De
Zamora a Santiago de Compostela (en bicicleta)
Juan
Carlos Rodríguez
17
a 23 de agosto de 2003
Aviso
previo: estas experiencias están pensadas para completar las que hay en el
libro sobre el Camino Fonseca, pensando en ciclistas. Nosotros éramos un grupo
de diez ciclistas: tres mayores y siete menores entre 12 y 17 años. Íbamos con
coche de apoyo, que nos turnábamos.
Etapa
1. Domingo, 17 de Agosto de 2003. Zamora – Santa Croya de Tera (89 km)
Etapa
2. Lunes 18. Santa Coya de Tera – Puebla de Sanabria (70 km)
Etapa 3.
Martes, 19. Puebla de Sanabria – A Gudiña (53,5 km)
Etapa
4. Miércoles, 20. A Gudiña – Vilar de Barrio (53,1 km)
Etapa
5. Jueves, 21. Vilar do Barrio – Oseira (66,9 km)
Etapa
6. Viernes, 22. Oseira – Puente Ulla (58,3 km)
Etapa
7. Sábado, 23. A Ponte Ulla – Santiago de Compostela (20,9 km)
Conclusiones finales
Etapa
1. Domingo, 17 de Agosto de 2003. Zamora – Santa Croya de Tera (89 km)
Salimos de Zamora sobre las 8.30, por la carretera nacional hasta Roales
del Pan (K.6,5). Nos metemos hacia la izquierda por la pista paralela a la
carretera, muy cómoda. Llegamos a Montamarta (K.18,3), donde paramos en un bar
a tomar algo. Encontramos a un ciclista que viene pedaleando ¡desde Barbate!.
Continuamos por carretera, hasta que después de pasar un puente sobre el
embalse, nos desviamos a la izquierda por pista y visitamos las ruinas de
Castrotorafe (K.28,7). Merecen la pena: el lugar impresiona por los restos que
se intuyen y las vistas sobre el pantano. Desde ahí también por pista hasta
Riego del Camino (K.34,3). Paramos en el Bar Pepe, donde estuvimos el año
pasado. La señora se acordaba perfectamente de nosotros. Son las 12.00 h.
Continuamos por pista hacia Granja de Moreruela. Antes de llegar, cogemos
un desvío a la izquierda por una pista asfaltada, para visitar el Monasterio de
Moreruela (K.42,8), en ruinas y de una impresionante belleza. Sin darnos cuenta,
pasamos por una zona con el suelo lleno de una planta con pinchos y conseguimos
que se pinchen cuatro ruedas, lo que nos hace perder bastante tiempo. Por lo
menos, hay una fuente donde reponer de agua.
Seguimos después, siguiendo las indicaciones del guarda, volviendo un
poco para atrás y cogiendo una pista a la izquierda, con varios desvíos no
indicados: primero recto; otro a la izquierda;
y otro a la derecha; para salir a la carretera y por ella en unos 2 K
hasta Puente Quintos (K.46,3). A la derecha del puente, nos pegamos un magnífico
baño. Después, continuamos por la solitaria carretera, a muy buen ritmo.
Llegamos a Tábara (K.66,8), sobre las 16.00 h y nos reponemos con el almuerzo
en el Bar Galicia, junto a la gasolinera (unos 5 €).
Continuamos sobre las 17.30 h. Después de Bercianos de Valverde (K.81),
hay algunas cuestas molestas por el mal firme. Quizás compense por carretera.
Llegamos a Santa Croya de Tera (K.89,3) sobre las 20.00 h. bajo una tormenta que
apenas descarga. Nos pegamos un baño en el río Tera y nos alojamos en el
albergue Anita, privado y recién abierto: 8 euros por dormir, 7 por la cena y 2
por el desayuno y con todas las comodidades. Mientras no arreglen el de Santa
Marta de Tera compensa utilizarlo. La cena familiar y simpática.
Etapa
2. Lunes 18. Santa Coya de Tera – Puebla de Sanabria (70 km)
Salimos del albergue sobre las 8.30 h. Primero se coge un camino junto a la orilla del río Tera, muy agradable. Se atraviesa el río a la altura de un camping (sitio adecuado también para pasar la noche). Después se coge otro camino al otro lado de un río, que después se convierte en sendero y casi desaparece antes de salir a una carreterilla. Creo que es mejor al pasar el puente seguir adelante y coger esta carreterilla. Se llega a Calzadilla de Tera (K.11), a una ermita ruinosa y se baja hacia la derecha, un camino-sendero junto a un canal, muy bonito. Llegamos a Olleros de Tera. Junto a la iglesia, compramos fruta en una tiendecilla. Las señales aquí son confusas. Hay que seguir la calle junto a la iglesia recto y coger una cómoda pista semi-asfaltada con unos postes a la derecha, hasta salir a otra carretera varios kilómetros después. Tomamos a la derecha en bajada y atravesamos la presa del pantano (K.17,6). Justo al atravesarlo hay que desviarse a la izquierda y enseguida, tomar por una pista asfaltada a la izquierda de servicio del pantano. Esta pista es superagradable e incluso se apetece un baño en el pantano a pesar de la temprana hora. Por esa pista llegamos a Villar de Farfón (K.21), pueblo sin servicios. Aquí se coge un sendero por una zona desierta, con sensación a veces de haber perdido en camino, pero que merece la pena y que llega hasta Rionegro del Puente (K.27,3). Son las 12.00 h.
Se continúa camino hasta Mombuey (K.36,7). Después hay algunas cuestas por sendero bastante duras. Este trozo se hace muy cansado. Al llegar a Entrepeñas (K.49,7) compensa salir a la carretera nacional, pues ese trozo es por sendero con mucha maleza. Por fin, llegamos a Asturianos (K.53). Almorzamos en un restaurante junto a la carretera que no recuerdo el nombre, pero que es el único, menú 9 €. Descansamos la comida en una ermita, junto al cementerio, situada siguiendo menos de cien metros más adelante por carretera, tomando a la izquierda, por el auténtico camino si hubiéremos venido por ahí.
Continuamos sobre las 17.30 h. Al principio cogemos por sendero previsto en la guía, pero en cuanto podemos salimos a la carretera, pues es inadecuado para la bici. Por carretera llegamos con comodidad a Puebla de Sanabria (K.68,6). Son las 18.45 y nos damos un magnífico baño a la izquierda del puente de entrada al pueblo, en el río Tera. Gracias a las gestiones de César, que incluyen a la Guardia Civil y al alcalde, nos alojamos nosotros solos y cómodamente en el Polideportivo Municipal, con ducha de agua caliente y colchonetas. También hay un camping cercano al pueblo en el que César también había realizado gestiones.
Etapa
3. Martes, 19. Puebla de Sanabria – A Gudiña (53,5 km)
Salimos de Puebla de Sanabria a las 8.30 h con un “fresquito”
considerable, que nos hizo utilizar las sudaderas. 9 K por carretera muy cómodos.
Ahí comienza un desvío a la derecha por camino que nos decidimos a coger.
Enorme error. Se trata casi todo el tiempo de un sendero, con mucha vegetación,
en cuesta y mal señalizado. Nos perdimos varias veces y tardamos muchísimo en
llegar a Requejo (K.11,8). Mejor por carretera.
Comenzamos
el ascenso al puerto de Padornelo a las 11.00 h, por carretera. Le teníamos
bastante respeto, pero no fue para tanto. Es una subida tendida y cómoda y estábamos
en la Portilla de Padornelo (K.20,5), tras el túnel, a las 12.30 h. Continuamos
por carretera. Hay tres: la nueva autovía; la carretera nacional; la antigua
carretera. El desvío para ésta se sitúa unos kilómetros más adelante de
Padornelo a la derecha. Es un descenso bastante fuerte, que hay que realizar con
cuidado, pero hay muy poca circulación. Se llega con rapidez a Lubián (K.29,9)
donde paramos a comprar fruta y se inicia la subida al puerto de A Canda. La
antigua carretera está casi en desuso y es una delicia para los ciclistas. Es
una subida dura, pero tampoco excesiva. El día era fresquito, lo que ayudó sin
duda bastante. Llegamos los últimos a la Portilla de A Canda (K.36) sobre las
14.00 h, donde existe una fuente. ¡Ya estábamos en Galicia! Cogimos el fuerte
descenso por la carretera nacional, que tiene poca circulación y con rapidez
llegamos al restaurante O Carrizo, a la izquierda de la carretera, cerca de O
Pereiro, donde nos habían aconsejado para almorzar;
y no se equivocaron: por 7,80 € es bueno y abundante. Descansamos después
en una ermita que está en el auténtico camino:
se accede desde el restaurante cogiendo la carreterilla que sale a la
izquierda, y justo antes de un puentecillo, coger el camino hacia la izquierda y
enseguida está el cementerio y la tranquila ermita para descansar.
Continuamos sobre las 17.30 h y decidimos hacerlo por el camino, sobre el
que estábamos. Pasado O Pereiro (K.44,1), se convierte en un sendero pedregoso
y difícil y atraviesa una zona devastada por un fuego, daba pena verlo. Nos
costó llegar hasta el puerto de O Cañizo (K.49,2). Creo que es mejor hacerlo
por carretera. El descenso lo hicimos por carretera con rapidez hasta O Gudiña.
Allí nos reconfortamos con un magnífico albergue, donde sólo nos encontramos
con Aurelio, un ciclista sevillano, y aprovechamos la cocina para hacernos allí
la cena comprada en un supermercado.
Etapa
4. Miércoles, 20. A Gudiña – Vilar de Barrio (53,1 km)
Salimos de A Gudiña sobre las 9.00 con mucho “fresquito”, algo de niebla y las sudaderas puestas. Se asciende por una tranquila y deliciosa carreterilla que nos acompañará hasta Campobecerros. No interesan los desvíos que tiene por senderos, algunos peligrosísimos, sobre todo el último en descenso. La carreterilla va por una meseta con unas vistas preciosas, pasa por unas pequeñas y encantadoras aldeas perdidas, y desciende después decididamente hacia Campobecerros (K.19,5), donde llegamos sobre las 11.15 h. Este pueblo es muy pequeño y no tiene casi nada. Existe una fuente-lavadero justo al principio del pueblo.
Continuamos por carreterilla sin circulación con un corto pero duro ascenso y posterior bajada hasta Portocamba, que pasamos de largo. Otra subida por carreterilla hasta un Milladoiro o cruceiro (K.23,8). Nos desviamos por una pista de tierra a la izquierda que merece la pena, pues se inicia una bajada larguísima hasta Laza. Hay un primer desvío enseguida señalizado y ya seguir la pista en descenso sin desvíos hasta Eiras (K.27,8). Las vistas son impresionantes, incluso de un potente fuego que se ve en la otra ladera. Después de Eiras, otra pequenísima aldea, se continúa el descenso por pista asfaltada. Existe una fuente a la izquierda. No cogemos un desvío a la derecha por sendero que a lo mejor conviene por lo que se verá después. Llegamos a una carretera más importante y hacia la derecha estamos enseguida en Laza (K.34,2), sobre las 13.00 h. A la entrada se llega a un cruce de carreteras. Muy cercano a él, compramos comida en un supermercado y nos dirigimos por la carreterilla que había llegando al cruce hacia la derecha, por la que había venido en coche Damián desde Campobecerros, pues se había fijado en un lugar agradable para comer a poco más de 1 K. Y merece la pena. Si se coge el desvío que señalé antes va a parar casi allí mismo. Han construido en ese lugar una especie de playa artificial y nos pegamos un magnífico baño en el agua helada y almorzamos. Mientras estamos tumbados, pasan de vez en cuando los helicópteros para apagar el incendio.
Continuamos sobre las 16.30 h. Desde Laza continuamos por carretera y comienza un duro ascenso. A media subida existe una fuente a la izquierda un poco escondida, en una curva, donde se ve una especie de merendero. Llegamos a Alberguería (K.45,7) sobre las 18.00 h. Se trata de una deliciosa aldea, con una fuente de agua fresquísima que te indican amablemente y entablamos conversación con una encantadora anciana, que nos cuenta que antes esa aldea tenía muchos habitantes (unos 75), pero que ahora sólo están 15. Continuamos todavía con algo de subida y después un descenso vertiginoso que hacemos por carretera hasta Vilar do Barrio (K.53,1), sobre las 18.45 h. César ya nos ha gestionado el uso del albergue, que es nuevo y está a la entrada. Se encargan de todo en la gasolinera cercana. En el albergue hay otros dos peregrinos. Esa noche tenemos la cena más encantadora de todo el Camino. La señora Carmiña, en su antiguo y entrañable bar, situado casi enfrente del albergue, nos pone una deliciosa y abundantísima cena por 7 €, y sobre todo encontramos ambiente familiar.
Etapa
5. Jueves, 21. Vilar do Barrio – Oseira (66,9 km)
Salimos de Vilar sobre las 8.30 con una intensa niebla que nos impide ver
la larga llanura que atravesamos, resto de una antigua laguna. Desembocamos en
una carretera estrecha y con bastante tráfico. Llegamos así a Xunqueira de Ambía
(K.13,7) a las 9.30, con su bonito monasterio.
Se sigue por un camino que baja hasta el río, en una zona bonita en que
se apetecería el baño si fuera otra hora. Por carretera, con menos circulación
de la que esperaba, seguimos hasta Orense, casi todo en bajada y a buen ritmo.
Se atraviesa un feo Polígono Industrial y, con sorpresa, se llega después a
una población, Seixalbo, prácticamente un barrio de Orense, de gran belleza,
con una plaza con un precioso cruceiro. Atravesamos Orense hasta llegar al
Puente Romano donde habíamos quedado con Damián (K.37), sobre las 12.00 h.
Compramos comida en un supermercado y comimos y descansamos en la zona del
Puente.
Salimos de Orense sobre las 16.30 h, intentando continuar por el Camino
Real, empedrado y con fuerte cuesta, pero es inadecuado para ciclistas y hubo
que salir a la carretera nacional y seguir hasta Tamallancos, con bastante calor
(K.48,1).
A las 18.00 h volvimos a ponernos sobre la bicicleta, intentando ir por
camino, muy bonito en algunos tramos, pero en un momento se volvió sendero
pedregoso y enmarañado, desanimante para la bicicleta. No dejamos ya la
carretera para, pasando por Cea, en que no paramos, llegar al Monasterio de
Oseira. Para ello, hay unos kilómetros de cuesta después de Cea y la bajada
final al Monasterio (K.66,9), adonde llegamos sobre las 19.45 h. Como siempre, César
había realizado las gestiones precisas y pudimos acogernos en la enorme sala
del monasterio que tienen prevista para peregrinos. Allí estaban ya instalados
unos 30 jóvenes portugueses que iban realizando el camino andando. Nos dimos un
reparador baño en el río con agua gélida. Cenamos unos bocadillos en un bar y
nos acostamos. Aquí vinieron ciertos “problemillas” con los portugueses. Se
acostaron bastante más tarde, encendieron los luces molestando y haciendo mucho
ruido y tardaron demasiado tiempo en organizarse. Para colmo, a las cinco,
volvieron a encender la luz y hacer ruido para marcharse. Es una lástima
encontrarse con gente que no separa respetar, dentro de lo posible, el descanso
de los demás.
Etapa
6. Viernes, 22. Oseira – Puente Ulla (58,3 km)
Fuimos a desayunar al bar y decidimos después que uno de los monjes nos enseñara el monasterio como nos había ofrecido. Mereció la pena, porque es el monasterio más grande de España, muy bien conservado y nos lo enseñó con mucha atención y simpatía. Entre una cosa y otra iniciamos nuestro pedaleo un poco tarde, sobre las 10.30 h. Ya nos habían avisado que la salida era por sendero en ascenso inadecuado para las bicis. Fuimos por la carreterilla que sale del monasterio y en el primer cruce a la izquierda, en subida, pero no excesiva. A Jaime se le salió el pedal, pero pudimos arreglarlo pronto. Luego bajada hasta una aldea, en un cruce a la izquierda, donde tomamos ya por el camino señalado, que se hizo sendero y complicado, con barro en algunos momentos, aunque bastante bonito. Creo que no se puede por carretera. Se sale después a la carretera nacional, de muchísima circulación, poco antes de Castro Dozón (K.10,7), sobre las 11.45 h. Paramos en una gasolinera a reponernos y limpiar un poco las bicis. Hay que continuar por carretera unos 3 K, hasta que se coge un desvío a la izquierda por pista, en bajada. A partir de aquí el camino es muy variado, aunque en general bastante bonito. En algunos momentos se convierte en sendero pedregoso. Los kilómetros después de A Xesta son por una pista asfaltada en descenso entre densa vegetación y preciosos, desembocando en una carretera más amplia, donde a la derecha se dirige a Lalín, a unos 4 K, y a la derecha a la cercana Estación de Lalín (K.23), que no tiene nada de particular y a la que no hace falta acercarse. El camino continúa atravesando la carretera y hay una fuente donde repostar. Eran las 14.00 h. El camino continúa bastante bonito y un poco complicado hasta llegar a Prado (K.30,6), sobre las 14.45 h. Al final del pueblo, en el Restaurante El Afilador, nos reparamos con un magnífico menú de 7.50 €
Después nos fuimos a descansar la comida a un lugar situado siguiendo la carretera nacional unos 3 K, en un descansadero en una antigua curva de la carretera, a la izquierda, frente a una ermita situada a la derecha. No estuvimos mucho por la hora ya avanzada y porque la tarde amenazaba tormenta. Justo cuando nos preparábamos, sobre las 17.30 h, comenzaron a caer las primeras gotas y nos pusimos el chubasquero. Reiniciamos el pedaleo por un sendero que sale del mismo merendero, rodeado de vegetación. Las gotas se convirtieron enseguida en un tormentón como está mandado y nos pusimos pringando de agua y barro, pero la experiencia fue muy divertida. Llegamos a Silleda (K.38) y decidimos continuar por carretera por el peligro de caídas. Fue un buen ejemplo de la docilidad que ha tenido nuestro grupo todos estos días: por el arcén de la carretera, bajo la lluvia, sin hacer ni una tontería, dejando distancia entre uno y otro, sin frenazos bruscos y a ritmo tranquilo pero constante. A pesar de estar calados, si no se para, no hay problemas de resfriados, como no los hubo en efecto. Casi todo era en bajada y conseguimos llegar pronto a Puente Ulla (K.58,3) a las 19.30 h., eso sí, sin pastillas de freno. Nos pusimos en una especie de salón vecinal con suelo de madera, ducha fría, pero que sentó de maravilla. Compramos la cena y el desayuno en un supermercado, y después de dar un paseo por la zona y ver un rato de un partido de fútbol, nos volvimos a dormir con facilidad.
Etapa
7. Sábado, 23. A Ponte Ulla – Santiago de Compostela (20,9 km)
¡Y por fin la última etapa! Nos levantamos tempranito, a las 7.30, para
llegar temprano a Santiago. A las 8.30 iniciábamos la dura subida por camino
empedrado que sale de Puente Ulla. Se llega
a la carretera nacional y decidimos ir por ella hasta Santiago (K.20,9),
sin parar. A las 10.00 h. estábamos a las puertas de la urbe. La estancia en
Santiago fue lo más complicado y deshumanizado de todo el Camino como es
habitual, aunque hay que ser un poco comprensible por la ingente cantidad de
personas que hay siempre, y especialmente en estas fechas. Primero nos dirigimos
a la Oficina del Peregrino para conseguir la compostela. Había cola, aunque no
excesiva y la conseguimos en menos de media hora. A los conductores no nos la
quisieron dar, lo que me parece injusto, aunque me parece muy bien que sean
exigentes en este tema. César mientras haciendo gestiones con el trasporte de
bicis y los billetes de vuelta. Tuvimos problemas con ellos, por falta de
previsión. Estuvimos a las 12 en la Misa del Peregrino: demasiada gente y mal
situados, alguno se echó un sueñecito, pero merecía la pena, y pudimos oír cómo
citaban a nuestro grupo. Comimos después en el Restaurante Manolo, plaza de
Cervantes: barato (menú 5,50 €), abundante, pero mal servicio. Nos hicimos
las fotos de rigor en la Catedral, comprar regalos y nos despedimos en la estación
de autobuses. Tres de nosotros siguieron la aventura, teniendo que ir en bici
hasta el Monte del Gozo para pasar la noche y volver a coger la bici a las 6 de
la mañana, a oscuras y con frío hasta la estación de autobuses. Conseguimos
que nos dejaran meter las tres bicis en el autobús.
Una vez más , ha merecido la pena. Nos ha acompañado el buen tiempo: ni
excesivo calor, ni viento, fantástico. Tampoco excesivas averías. El
comportamiento del grupo:
genial.